sábado, 8 de diciembre de 2012

Futuro imperfecto. Fina/ 83B



Me despierto al son de un cantarín -¡Buenos días, Fina! ¡Vamos a lavarnos! Es de nuevo una de esas chicas vestidas de blanco que hace tiempo se cuelan en esta habitación que no parece la mía. A lavarse, dice que viene. ¡Esto es un sindiós! En la mesilla están mis fotos, las estampas de mis santos, mi rosario y mis gafas. Pero no recuerdo haber mandado pintar las paredes con este color verde claro. Tampoco sé porqué, en lugar del cuadro del Santísimo, de la pared cuelga la foto de una playa borrosa.También han puesto una foto en la puerta. Es de una señora mayor que se llama como yo pero, en vez de apellido, tiene un número y una letra: Fina/ 83 B (está escrito en un cartelito con flores). Será una amiga de mi abuela. No sé qué hace en mi puerta.  Tendré que mirarme esto de la memoria. Últimamente se me olvidan las cosas.Voy al baño. Han quitado el espejo de encima del lavabo y han puesto en su lugar una ventana desde la que me mira una vieja despeinada y sin dientes que me asusta. Grito y la insulto. Si tuviese mi bastón la echaría de aquí. No lo encuentro. Tampoco mi vestido de ir a misa, mi corsé ni mis medias. Y ya se sabe que "mujer sin medias, vestida a medias". Tendré que mirarme esto de la memoria. Sin falta. Mañana voy a D. Ramón a que me de algo. La chica de antes; o a lo mejor es otra, no sé, con esa absurda moda de vestir todas igual. Parecen monjas, pero con pantalones y sin cofia. La chica de blanco pretende que me desnude entera para lavarme. ¡Lo que faltaba! En cuarenta años de matrimonio nunca me ha visto mi Eusebio desnuda y me voy a poner en porretas delante de ella. ¡Ja! Y de la dichosa vieja que sigue mirándome desde la ventanita. Sí, hombre... ¡Antes muerta! ¿Donde coño tengo mi bastón? ¡Ay! He dicho un pecado, ahora tendré que confesarme y seguro que hay viejas haciendo cola ¿Cuántos pecados tendrán para tardar tanto? La chica ha llamado a otras dos. Por mucho que grito, me quitan el camisón -por cierto, está pegajoso y huele muy mal, no sé que me habrán echado - y me meten debajo de un tubo que rocía agua por encima de mi cabeza. Me han mojado todo el pelo. Ahora tendré que volver a la peluquería y llegaré tarde a misa. La vieja de la ventana también tiene el pelo chorreando. Me alegro. Lo merece. Por fisgona. ¿Quién le manda asomarse?. Me hace mucha gracia, tengo que contárselo a D. Ramón cuando venga de visita. Hace tiempo que no lo veo. Ya está mayor, el hombre.Voy a vestirme. Mi madre me ha dejado la ropa encima de la cama. Limpia y planchadita. Huele bien. Pero no me gusta ese vestido marrón.¡Quiero el rosa con puntillas! Llamo a mamá y no me oye. Mejor me pongo este antes de que se enfade y me castigue sin los churros del desayuno. Todos los domingos desayunamos churros después de misa. Se lo digo a la chica de blanco que viene a buscarme para ir al comedor. Dice que no es domingo. Por eso mi madre no me ha puesto el vestido de puntillas. Hay mucha gente en casa. Viejos y viejas. A lo mejor mi abuela da una cena. Seguro que es para pobres.Veo alguna mujer en zapatillas y sin medias. No sé para qué me llevan a comer con ellos. Aunque, la verdad, soy la más bonita de toda la clase con mi vestido nuevo de puntillas. No quiero tomarme el chocolate por si acaso me mancho, pero no me dejan salir a jugar hasta que se levanten todos de las mesas.Eusebio está retrasándose mucho. Llegaremos tarde a la consulta de D. Ramón. Le diré a la chica de blanco que busque mis guantes, mi sombrero y mi bastón. Últimamente no sé donde dejo las cosas. Tendré que mirarme esto de la memoria. Sin falta. Hay un portero nuevo que no me deja salir. Conchita me estará esperando. Vamos a llegar tarde a la escuela y además no podré comulgar porque me he tomado el chocolate. Voy a ver si la enfermera me da un poco de jarabe. Ando muy mal del vientre. Seguro que nos echan algo en el café. Una chica de blanco ha encontrado mi sombrero. Me saca al jardín a charlar con un señor muy amable que me trae pastas. Se parece a Eusebio pero es más viejo y no anda muy bien de la cabeza. Me llama mamá. ¡Pobre! Me da pena, pero no digo nada. Seguro que no tiene amigos para jugar. Y a la gente mayor hay que respetarla, siempre lo dice mi abuela. No puedo morder las pastas porque no sé donde he dejado la dentadura. Tengo que mirarme esto de la memoria sin falta. Mañana. Que hoy es domingo y voy a llegar tarde a misa. Tengo el vestido mojado y sucio. Seguro que me han echado algo en la silla. Ahora querrán que me lave otra vez. Pues el vestido verde no me lo pienso poner. Aunque me quede sin churros. Voy a llegar tarde a clase. Y no encuentro el bastón.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Vergüenza





Más allá de los miembros
amputados
De las cuencas vacías
De los niños nonatos

De los ríos de sangre
Más allá
De los cúmulos de cuerpos
eviscerados

Más allá hay papeles
que ocultan la historia
y limpian el lodo

Hay fluídos
que oscurecen las conciencias
Más allá
Donde otros empiezan
Lo que nunca acaba

Y habrá ecos de las risas
que parieron estos llantos

Y una foto de tres tipos satisfechos

Ebrios de Gloria
De Ego
De Historia

Asesinos impunes
Más allá
De una Ley
De una Norma
De un Consenso

De una Justicia
Más allá
de este acá
del Infierno

Y perdurarán memorias
De gritos de desamparo
De ayes de desconsuelo
De silencios de estupor
De rezos de puro miedo

Que morirán
Más allá
donde se ahogan
y esconden
Bajo un disfraz
de medallas, honras y loores

Las Patrias oyen el canto
De mercados de valores
De campanas de comercio
De recomponer lo roto
al mejor precio

Los más allá quedan lejos
y la miopía es endémica
en estos tiempos

[Apaga la tele, niño
Qué asco! estamos comiendo]

Las moscas verdes engordan
al amparo del silencio


Y
aunque decirlo no baste
Yo
Me avergüenzo.

[Fundido en negro]


lunes, 19 de noviembre de 2012

Duda o Lamento.



 Creo


que sangro palabras

lloro silencios

y exhalo sueños




  Creo


que eso me ha traído



Desde el infierno


a estos versos



Desde la muerte


a la pluma


Desde el dolor


al anhelo



Desde la rabia


al desvelo


Desde la ausencia
al recuerdo


 Creo


que exhalo silencios

lloro palabras

y sangro sueños.


Creo.

   

lunes, 12 de noviembre de 2012

In memoriam. (Abril de 2009)



Las memorias que habitas
No encuentran consuelo

La palabra tampoco es suficiente

Ni el inútil llanto
Ni el constante anhelo
Ni el dolor punzante
Ni el cansado verso

Ni el deseo. Ni la vida. Ni la muerte.
Ni la oscura nada
Es suficiente.

De haberlo, el consuelo huyó
Contigo a ese ignoto Eterno
Que ahoga en cruel agonía
Cualquier recuerdo.


LÁGRIMAS



domingo, 1 de noviembre de 2009


Las lágrimas limpian la córnea, pero desafortunadamente no logran borrar la imagen que la eficaz retina ya ha captado y procesado.

Llevo meses intentando encontrar el modo de borrar de mi memoria el estupor que reflejaban los ojos de mi madre en el momento de su muerte. El mismo que me invade a diario intentando buscar un porqué.

Mi joven, sana y maravillosa madre fallece súbitamente en mi presencia.

Sólo un segundo torna atónita su vivaz mirada.

Un instante.Un parpadeo que no concluye. Una jodida brizna de ese tiempo que acostumbramos a minusvalorar. Un puto instante y la vida se le escapa para siempre llevándose de paso gran parte de la de los que la amábamos.

Y ahora qué.

Para qué sigo intentando buscar una explicación a algo que sé que carece de ella.

Para qué sigo intentando imaginar qué fue lo último que sintió.

Es más, de qué me serviría despejar estas incógnitas.

Para qué sigo sumida en este llanto incontrolable si sé que las lágrimas tan sólo limpian la córnea.

Espero que incluso las que mojaron mis dedos cuando te cerré los párpados.

LÁSTIMA (Abril 2009)


En la aventura de escibir me asalta una indecisión léxica cuando intento enfrentarme a la realidad. Puede ser debido a que yo no la inventé. O tal vez porque estoy en un estado de abdicación de la misma.
De todos modos, no resulta fácil negociar con los recuerdos. Creo que hay un mecanismo neuronal que corre como en los dibujos animados que veía en mi infancia. El Coyote corre y corre sin detenerse hasta que mira hacia abajo y ve que hace tiempo que dejó atrás el borde del precipicio, entonces… cae.
Así ocurre en mi cabeza. Veo algo claramente, pero mi cerebro lo registra a su aire, interpretándolo como otra cosa diferente.
A veces consigo poner el piloto automático de mis pensamientos para correr y correr hacia adelante, sin percatarme de que he rebasado el borde del precipicio.
 Busco ese estado de semiinconsciencia, de aturdimiento visceral que bloquea el dolor inmediato de lo incognoscible, de lo indecible, de ver que corres sobre el aire, miras abajo y…caes.
Me invade la certeza ineludible de la pérdida. Vivo sin dios alguno a quién orar y pulsar el botón de amén que envía las peticiones a su correo. No encuentro un culpable a quien odiar, en quien descargar toda esta ira, este sentimiento de orfandad que me atenaza, este desgarro que produce lo inevitable.
En las fases del duelo se contempla la “Aceptación”; es un término obsceno y grotesco que no define un estado posible de este proceso. “Conclusión” tampoco sirve. Es “Certeza”. La certidumbre que -con palabras de Nietzsche- en lugar de la duda, te vuelve loco.
Ese rincón del cerebro que almacena los recuerdos, ese disco duro que no puede formatearse, esa maldita memoria, recrea una y otra vez la última imagen de mi madre. El  último reflejo de mi imagen en sus ojos atónitos, abiertos hacia el vacío.
Desafiando la lógica temporal, su corazón se cansó antes de tiempo y súbitamente se detuvo. Yo corrí y corrí hasta que miré hacia abajo y vi que había rebasado el borde del  precipicio. Entonces…caí.
En los dibujos animados, el Correcaminos perseguía al Coyote y éste caía una y otra vez. Se levantaba y allí estaba su perseguidor. Perseguir, escapar, caer, levantarse…un bucle incesante.
No sé si tanta amargura, tanto dolor, tanta impotencia, era necesaria para intentar escarchar mi corazón y endurecerlo. Como fuere, no dio resultado.
A veces pienso que, para aliviar mi dolor, el mejor calmante sería la incepción de otro dolor infinitamente mayor. Tampoco esto funciona.
Quiero ser el Coyote de mi infancia. Quiero caer y aplastarme, volverme unidimensional . En ese punto quiero levantarme y, por una vez, perseguir yo al Correcaminos  hasta que pierda el borde del precipicio.
Con un poco de suerte puede que no logre levantarse íntegro y me permita, aunque sea por unos instantes, seguir corriendo y corriendo sin mirar hacia abajo. Sin darme cuenta de que he dejado atrás el terreno firme y por eso no duele tanto caminar.

Lástima que esto no sean dibujos animados, ni nosotras sus protagonistas.

Lástima que el terrero que acaba abruptamente sea la vida. .

Lástima que mi madre mirase hacia abajo al dejarlo atrás y...cayese.




                                                                                                                                                                                           

martes, 26 de junio de 2012

Funerales a ciegas.





En la mañana de hoy, tras constatar que mis musas habían postergado indefinidamente su colaboración con mi novela y mis músculos habían seguido su ejemplo impidiéndome continuar con el uso del teclado (probablemente guiados más por puro respeto hacia la buena literatura que por los dictados de mi enfermedad) me dispuse a ver una película con la esperanza de eludir la introspección por un rato. La película
ra americana, de esas "de no pensar" y, como ocurrre con frecuencia en este género, en un momento dado se presentaba un funeral. Llovía. Los asistentes portaban gafas de oscuros cristales negros.
A ver, siempre que ocurre esto me pregunto lo mismo: ¿Por qué en los entierros de las películas no hispanas siempre llueve?. Y más inquietante aún :¿ Por qué los que rodean la tumba-siempre un número discreto de personas en perfecta paridad de sexos- llevan gafas de sol?. Bueno, y las mujeres esos sombreritos con velo tan monos que todas deben tener como fondo de armario; pero eso es otro tema.
Yo soy gallega y vivo en Asturies, es decir, la lluvia nos es conocida. Pues bien, hay muchos funerales en los que luce el sol y los asistentes-siempre en gran número y con paridad aleatoria- no suelen llevar gafas negras. Bueno, ni sombreritos cucos con velo.Si acaso en Galicia un pano as mulleres e pucha os homes, al menos en mi pueblo; pero eso también es otro tema.
Digo yo: ¿Qué ven con gafas negras en día oscuro y bajo la lluvia?. Los que usamos esa ortesis a diario sabemos que la lluvia es una feroz enemiga de la visión tras unos lentes. Sentido común: se mojan y no disponen de escobillas automáticas de limpieza, al menos en mi pueblo.
Me asalta el temor de que ese Dios omnipresente en la vida y definición de todo americano (del Norte,no de provincias, of course...) digo, que ese Dios de sus Hollie Bibles y supervisor de comidas familiares provoque una providencial lluvia que proporcione un ambiente más tristón al acto fúnebre, como un llanto del cielo ante la pérdida.
Tampoco sería descabellado el pensamiento. Ese mismo Dios guía a los infalibles presidentes de la capital del mundo en sus guerras preventivas y otras misiones desinteresadas para implantar democracias; pero bueno, eso vuelve a ser otro tema.
Pero ¿Las gafas?. Si fuese malpensada sospecharía que ocultan miradas a las turgencias de las viudas (las del sombrerito cuco con velo...y vestido ceñido con escote, casi siempre) o pequeñas siestas producto de las homilías, o envenenadas miradas de envidia ante trajes, joyas y demás ornamentaciones que acompañan a los deudos; quizás al logo que ostentan las gafas de los demás. No olvidemos que la clase se ve en esos pequeños detalles, esos diores o guchis bien visibles ( el velito cae sutilmente por delante) que pueden hacer el dolor más llevadero.
No puedo remediar imaginar un funeral en mi Tierra, con plañideiras tocadas co pano y apenados asistentes coa pucha, ornamentados con unas enormes gafas de sol último modelo de Mocchino. Esto para ir detrás del ataúd con las coronas no es funcional, al menos en mi pueblo. La visión es un don que se valora mucho, si se llevan gafas son para ver, no como cortinas.
Y eso que aquí a veces los entierros se ofician en seco.
Deus me libre de pensar que el cielo llora menos por un galego que por un americano (del Norte)...ca!.


É que ás veces, na Galiza non chove. Anque haxa un enterro.