martes, 26 de junio de 2012

Funerales a ciegas.





En la mañana de hoy, tras constatar que mis musas habían postergado indefinidamente su colaboración con mi novela y mis músculos habían seguido su ejemplo impidiéndome continuar con el uso del teclado (probablemente guiados más por puro respeto hacia la buena literatura que por los dictados de mi enfermedad) me dispuse a ver una película con la esperanza de eludir la introspección por un rato. La película
ra americana, de esas "de no pensar" y, como ocurrre con frecuencia en este género, en un momento dado se presentaba un funeral. Llovía. Los asistentes portaban gafas de oscuros cristales negros.
A ver, siempre que ocurre esto me pregunto lo mismo: ¿Por qué en los entierros de las películas no hispanas siempre llueve?. Y más inquietante aún :¿ Por qué los que rodean la tumba-siempre un número discreto de personas en perfecta paridad de sexos- llevan gafas de sol?. Bueno, y las mujeres esos sombreritos con velo tan monos que todas deben tener como fondo de armario; pero eso es otro tema.
Yo soy gallega y vivo en Asturies, es decir, la lluvia nos es conocida. Pues bien, hay muchos funerales en los que luce el sol y los asistentes-siempre en gran número y con paridad aleatoria- no suelen llevar gafas negras. Bueno, ni sombreritos cucos con velo.Si acaso en Galicia un pano as mulleres e pucha os homes, al menos en mi pueblo; pero eso también es otro tema.
Digo yo: ¿Qué ven con gafas negras en día oscuro y bajo la lluvia?. Los que usamos esa ortesis a diario sabemos que la lluvia es una feroz enemiga de la visión tras unos lentes. Sentido común: se mojan y no disponen de escobillas automáticas de limpieza, al menos en mi pueblo.
Me asalta el temor de que ese Dios omnipresente en la vida y definición de todo americano (del Norte,no de provincias, of course...) digo, que ese Dios de sus Hollie Bibles y supervisor de comidas familiares provoque una providencial lluvia que proporcione un ambiente más tristón al acto fúnebre, como un llanto del cielo ante la pérdida.
Tampoco sería descabellado el pensamiento. Ese mismo Dios guía a los infalibles presidentes de la capital del mundo en sus guerras preventivas y otras misiones desinteresadas para implantar democracias; pero bueno, eso vuelve a ser otro tema.
Pero ¿Las gafas?. Si fuese malpensada sospecharía que ocultan miradas a las turgencias de las viudas (las del sombrerito cuco con velo...y vestido ceñido con escote, casi siempre) o pequeñas siestas producto de las homilías, o envenenadas miradas de envidia ante trajes, joyas y demás ornamentaciones que acompañan a los deudos; quizás al logo que ostentan las gafas de los demás. No olvidemos que la clase se ve en esos pequeños detalles, esos diores o guchis bien visibles ( el velito cae sutilmente por delante) que pueden hacer el dolor más llevadero.
No puedo remediar imaginar un funeral en mi Tierra, con plañideiras tocadas co pano y apenados asistentes coa pucha, ornamentados con unas enormes gafas de sol último modelo de Mocchino. Esto para ir detrás del ataúd con las coronas no es funcional, al menos en mi pueblo. La visión es un don que se valora mucho, si se llevan gafas son para ver, no como cortinas.
Y eso que aquí a veces los entierros se ofician en seco.
Deus me libre de pensar que el cielo llora menos por un galego que por un americano (del Norte)...ca!.


É que ás veces, na Galiza non chove. Anque haxa un enterro.

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