Me despierto al son de un cantarín -
¡Buenos días, Fina! ¡Vamos a lavarnos! Es de nuevo una de esas chicas vestidas de blanco que hace tiempo se cuelan en esta habitación que no parece la mía. A lavarse, dice que viene. ¡Esto es un sindiós! En la mesilla están mis fotos, las estampas de mis santos, mi rosario y mis gafas. Pero no recuerdo haber mandado pintar las paredes con este color verde claro. Tampoco sé porqué, en lugar del cuadro del Santísimo, de la pared cuelga la foto de una playa borrosa.También han puesto una foto en la puerta. Es de una señora mayor que se llama como yo pero, en vez de apellido, tiene un número y una letra: Fina/ 83 B (está escrito en un cartelito con flores). Será una amiga de mi abuela. No sé qué hace en mi puerta. Tendré que mirarme esto de la memoria. Últimamente se me olvidan las cosas.Voy al baño. Han quitado el espejo de encima del lavabo y han puesto en su lugar una ventana desde la que me mira una vieja despeinada y sin dientes que me asusta. Grito y la insulto. Si tuviese mi bastón la echaría de aquí. No lo encuentro. Tampoco mi vestido de ir a misa, mi corsé ni mis medias. Y ya se sabe que "mujer sin medias, vestida a medias". Tendré que mirarme esto de la memoria. Sin falta. Mañana voy a D. Ramón a que me de algo. La chica de antes; o a lo mejor es otra, no sé, con esa absurda moda de vestir todas igual. Parecen monjas, pero con pantalones y sin cofia. La chica de blanco pretende que me desnude entera para lavarme. ¡Lo que faltaba! En cuarenta años de matrimonio nunca me ha visto mi Eusebio desnuda y me voy a poner en porretas delante de ella. ¡Ja! Y de la dichosa vieja que sigue mirándome desde la ventanita. Sí, hombre... ¡Antes muerta! ¿Donde coño tengo mi bastón? ¡Ay! He dicho un pecado, ahora tendré que confesarme y seguro que hay viejas haciendo cola ¿Cuántos pecados tendrán para tardar tanto? La chica ha llamado a otras dos. Por mucho que grito, me quitan el camisón -por cierto, está pegajoso y huele muy mal, no sé que me habrán echado - y me meten debajo de un tubo que rocía agua por encima de mi cabeza. Me han mojado todo el pelo. Ahora tendré que volver a la peluquería y llegaré tarde a misa. La vieja de la ventana también tiene el pelo chorreando. Me alegro. Lo merece. Por fisgona. ¿Quién le manda asomarse?. Me hace mucha gracia, tengo que contárselo a D. Ramón cuando venga de visita. Hace tiempo que no lo veo. Ya está mayor, el hombre.Voy a vestirme. Mi madre me ha dejado la ropa encima de la cama. Limpia y planchadita. Huele bien. Pero no me gusta ese vestido marrón.¡Quiero el rosa con puntillas! Llamo a mamá y no me oye. Mejor me pongo este antes de que se enfade y me castigue sin los churros del desayuno. Todos los domingos desayunamos churros después de misa. Se lo digo a la chica de blanco que viene a buscarme para ir al comedor. Dice que no es domingo. Por eso mi madre no me ha puesto el vestido de puntillas. Hay mucha gente en casa. Viejos y viejas. A lo mejor mi abuela da una cena. Seguro que es para pobres.Veo alguna mujer en zapatillas y sin medias. No sé para qué me llevan a comer con ellos. Aunque, la verdad, soy la más bonita de toda la clase con mi vestido nuevo de puntillas. No quiero tomarme el chocolate por si acaso me mancho, pero no me dejan salir a jugar hasta que se levanten todos de las mesas.Eusebio está retrasándose mucho. Llegaremos tarde a la consulta de D. Ramón. Le diré a la chica de blanco que busque mis guantes, mi sombrero y mi bastón. Últimamente no sé donde dejo las cosas. Tendré que mirarme esto de la memoria. Sin falta. Hay un portero nuevo que no me deja salir. Conchita me estará esperando. Vamos a llegar tarde a la escuela y además no podré comulgar porque me he tomado el chocolate. Voy a ver si la enfermera me da un poco de jarabe. Ando muy mal del vientre. Seguro que nos echan algo en el café. Una chica de blanco ha encontrado mi sombrero. Me saca al jardín a charlar con un señor muy amable que me trae pastas. Se parece a Eusebio pero es más viejo y no anda muy bien de la cabeza. Me llama mamá. ¡Pobre! Me da pena, pero no digo nada. Seguro que no tiene amigos para jugar. Y a la gente mayor hay que respetarla, siempre lo dice mi abuela. No puedo morder las pastas porque no sé donde he dejado la dentadura. Tengo que mirarme esto de la memoria sin falta. Mañana. Que hoy es domingo y voy a llegar tarde a misa. Tengo el vestido mojado y sucio. Seguro que me han echado algo en la silla. Ahora querrán que me lave otra vez. Pues el vestido verde no me lo pienso poner. Aunque me quede sin churros. Voy a llegar tarde a clase. Y no encuentro el bastón.